viernes, 20 de enero de 2017

JIMENA

Voy a guardarte un recuerdo. Para ti. Para siempre.


Fueron tres las llamadas que realizó tu madre para traerte a la luz de la mañana del 21 de enero de 2016. Eran las 10:56 y estabas ya lista para este mundo. Saliste limpia, con las manos frías y avisando a todos de tu llegada. Nunca, hasta ese momento, había sentido de una manera tan clara lo que significa un inicio. Comenzaba tu vida y yo había sido testigo de ello reservando primera fila. Era plenamente consciente que a partir de aquí no quería perderme un segundo de esta, tu vida.



Desconozco si existe algún detalle científico al respecto o es mi ceguera paternal la que vio claramente en ti los primeros aspectos de tu personalidad pasadas las 3 primeras horas de nuestra primera cita. Ojos abiertos, muy abiertos, atendiendo a los estímulos que estabas recibiendo en nuestra habitación de la Clínica del Pilar en la Calle Balmes de Barcelona. Curiosa y alegre, muy alegre. Así te has mostrado en tu primer año desde el día uno.

En estos doce meses son miles (te lo garantizo) las fotos en las que has estado delante de la cámara. Nunca han faltado en ellas el esbozo de tu sonrisa. Bien como acto reflejo durante los primeros meses o bien como complemento cómplice en la inagotable búsqueda de un recuerdo infinito de tus padres en estas últimas semanas. Yo me niego a creer en ese acto reflejo porque yo veo en ti alegría. Es lo que transmites y es lo que entregas. Es lo que nos has dado.

Ni tu madre, ni tu hermana ni yo habíamos marcando ninguna fórmula familiar en tu llegada. Siempre, en casa, hemos sido del verbo improvisar. Cierto es que Mamá nos guía a través de su mapa en esta aventura que hemos elegido para los cuatro. Y cierto es que todo ha fluido de una manera tan natural desde tu llegada que no hemos buscado plan B.

Déjame aprovechar ahora para hablarte de dos figuras básicas en tu primer año. Tu hermana Daniela y tu Mamá.

Tu hermana te quiere. Mucho. Te quiere tanto que se pierde en su forma. Y tu llegada ha llenado aún más de electricidad su cuerpo. He sido testigo de tus encuentros con casi todas las personas que han pasado por tu vida este primer año. No he visto una relación cómplice igual. Es natural, primario. Está ahí para quien lo observa. No te comportas igual con ella. Con ella es diferente. Esa electricidad se convierte en impulso, en estímulo. Con ella vibras, ríes diferente (más alto). A ella la buscas. Con la mirada, con tu llamada o volando raso en estos últimos dos meses atendiendo a su llamada. No hablas pero todo tu universo está basado en una única entonación: Tata.

¿Te hablo de Mamá? No he sido consciente en mi vida de una dedicación tan sincera como la que una MAMÁ dedica a sus hijos. He podido confirmar mediante el ejemplo de tu vida que la grandeza de la figura de la madre está enterrada en nuestra sociedad en clichés y formatos que para nada hacen justicia a lo que yo he presenciado. En el diccionario Amor se define en su primera acepción como Sentimiento intenso del ser humano que, partiendo de su propia insuficiencia, necesita y busca el encuentro y unión con otro ser. En nuestra familia de cuatro somos conscientes de nuestra propia insuficiencia. Nos necesitamos. Pero a ella más. Ella es la guía que todos disfrutamos y compartimos.

Tu relación con Mamá ha evolucionado de una forma mágica con el paso de las estaciones. Junto a la innegable necesidad biológica se ha establecido un vínculo emocional superior a cualquier otra de tus relaciones. Tu Mamá es tu llave. Con ella has abierto por primera vez puertas de este mundo. Y así lo habéis sentido las dos. Reforzáis con ello vuestra complicidad, vuestra vida de dos como una sola experiencia común. También has trabajado por tu independencia en estos últimos meses teniendo como aliados a tu hermana y a mi mismo pero al final de la jornada, inexorablemente, vuestros caminos siempre deben cruzarse. Esto hace aún más mágica la relación generando diariamente un cierre feliz para ambas a modo de fábula clásica.

Nadie te ha cuidado tanto, en todos los aspectos, como ella. No en relación a los cuidados básicos (que también) sino desde una perspectiva educacional integral: tu forma de relacionarte con tu entorno, tus primeros juegos y juguetes, tus primeros libros, tu estimulación sensorial a través de las comidas o de tu baño y aseo son algunos ejemplos. Todos proyectamos en ti nuestras mejores prácticas educativas pero ha sido Mamá quien una vez más nos ha dado paso.

Juntos, muy juntos hemos vivido este año. Un año de muchos pañales, algunos médicos y ningún problema. Miedos no tienes. Si bien es cierto, entre tu y yo, que la Señora Batidora no puede lanzar su zumbido contigo en la habitación. Por ahora, ella en su sitio y tu en el tuyo.

Y tu sitio ha sido Sant Vicenç dels Horts, tu pueblo. Aquí has conocido tus primeras cuatro estaciones con la suerte también de disfrutar de dos grandes aventuras en el año: Peñíscola y Cádiz. En estas otras dos ciudades has encontrado mucho amor esperando tu llegada. Tus yayos, abuelos y tíos cuentan los días para verte porque les haces disfrutar a ellos tanto o más de lo que tu has disfrutado en los paseos a la orilla del Castillo o en tu bautismo de sal en el Atlántico.

Jimena, mi bebé, has conseguido transformar mi tiempo con tu llegada. Sin descanso. Sin otra necesidad. Y cargado de ilusión. Una ilusión difícil de describir puesto que nace de nuestra relación como Padre e Hija. Una relación completamente nueva para mi y que tu consigues dotar de la más maravillosa naturalidad.

Orgulloso de ti y tus progresos, de tu sonrisa al mundo y de tu contagiosa vitalidad. Aquí estoy, aquí estaré. En primera fila.